La danza como trabajo precarizado

06.05.2024

Ana Mondino

El día 29 de abril, se celebra a nivel global el día internacional de la danza, declarado por la UNESCO a partir del año 1982 con el fin de recordar el natalicio de Jean-George Noverre, referente histórico y mundial de la danza clásica.

El objetivo principal de esta celebración es reconocer y celebrar esta disciplina artística. Sin embargo, el reconocimiento no genera oportunidades laborales ni mejora los sueldos, mucho menos genera políticas de estado que le permitan a los bailarines desarrollar su profesión en condiciones salariales dignas.

Muchas veces se habla de la crisis de educación, social, política e incluso de la incipiente crisis ambiental; pero, ¿nos hemos parado a pensar sobre lo qué está sucediendo en la cultura y en el arte? ¿Sabemos la realidad en la que viven los bailarines argentinos? Argentina posee cuerpos de danza de prestigio mundial y exporta bailarines reconocidos internacionalmente como Paloma Herrera o Marianela Nuñez. Sin embargo, son contados quienes pueden vivir únicamente de la danza y es momento de que nos cuestionemos el por qué de esta situación.

Legalmente, Argentina no cuenta con ninguna legislación que proteja a los bailarines y ampare a las academias o elencos ante los avasallamiento de los distintos gobiernos, a los que muy poco les importa el arte nacional. Esto se traduce en bailarines sin obra social, contratos laborales que invitan a la. precarización, condiciones pésimas de ensayo y cuerpos enteros de baile que han desaparecido de un día a otro. En resumen, para la Argentina la danza no es un trabajo.

Esta situación es una consecuencia directa de creer que la danza no supone esfuerzos psicofísicos. Siendo que la fuerza de trabajo que el bailarín y el coreógrafo imprimen es su labor. Esto es visible. desde el momento en que la energía implementada en la creación tiene impacto en el proceso cognitivo, neurológico, intelectual y motriz que mismo genera un desgaste físico-mental para iniciar un proceso creativo. Luego del proceso creativo, le sigue el proceso de montaje escénico que viene indicado por la cantidad de ensayos realizados por los bailarines. Después de todo esto, una vez que se completa el proceso creativo y el montaje del escenario, los ensayos continúan hasta que la pieza limpia, una coreografía, se completa como un producto terminado.

En definitiva, la danza puede considerarse un proceso de trabajo entendiendo las etapas por las que pasa para lograr un efecto que el público pueda apreciar. El trabajo de desgaste está inicialmente en el proceso mental, luego en el proceso físico de las pruebas que se están realizando y finalmente en el producto efímero que será la función presentada.

Entonces, en general, la danza es un oficio, una actividad laboral, como muchos otros sectores artísticos, debido a la inestabilidad que generó el mismo sistema durante muchos años. No posee salario justo, jornada laboral específica, ni beneficios básicos como el Seguro Social, solo por nombrar algunas características.

Aun sabiendo toda esta situación, las distintas entidades gubernamentales indistinto al color político que profesen, deciden darle prioridad a artistas extranjeros a la hora de ocupar salas locales o tener un cupo en importantes eventos como la fiesta Nacional de la Vendimia en Mendoza o la Fiesta de la Tonada en San Luis. Esta situación le impide a las compañías independientes de danza poder montar obras en escenarios de mayor envergadura.

En lo personal, creo que la responsabilidad de darles a los bailarines mayores oportunidades y condiciones dignas de ensayo y de salario es una cuestión tan social como política. Está en nosotros elegir ver bailarines locales, pagar la entrada y difundir las próximas obras como es una responsabilidad colectiva y acompañar a los artistas en los pedidos a las autoridades. Como cuestión política, es de suma importancia formular proyectos y políticas públicas que apoyen a los artistas independientes sin buscar posicionar a los amigos eternos del poder con intereses de lucro propio.

La cultura y el arte son, y han sido, parte de la sociedad desde antes que el hombre desarrolle la escritura. La danza, por su parte, es aquello que da vida y protege el corazón (en palabras del bailarín argentino Julio Bocca). Por lo que, entenderla como un trabajo, en todo lo que esto representa, es parte de aspirar a una sociedad más humanamente sensible, y sobre todo, donde los que vivimos la danza como una parte elemental de la vida podamos vivir plenamente del arte que amamos.