Subliminal

11.06.2025

Por Miguel Vargas Conde


El medio televisivo estatal orientado hacia un público infantil, Paka Paka, anunció recientemente su nueva programación a través de un post en la red social X. Entre algunos de los títulos destacados se encuentran la icónica serie Dragon Ball y el caso de Tuttle Twins. En esta misma publicación, se afirma que esta nueva programación llegará "... sin bajada de línea ideológica y poniendo el foco en los valores". Esta afirmación resulta contradictoria si se observa el contenido de Tuttle Twins, una serie con una fuerte carga ideológica, la cual sí tiene una carga ideológica fuertemente representada.


Tuttle Twins es una serie animada de origen estadounidense protagonizada por los mellizos Ethan y Emily, quienes viajan en el tiempo con su abuela cubano-estadounidense para conocer a figuras históricas como Milton Friedman, Albert Einstein o Karl Marx. A lo largo de sus episodios, se muestra una narrativa fuertemente orientada hacia valores libertarios y anticomunistas, en línea con postulados ideológicos afines al actual gobierno. Así, se presenta una paradoja entre el anuncio de neutralidad y el contenido que claramente se transmite es un mensaje político.

Más allá del programa en sí, este caso es un ejemplo contemporáneo de un fenómeno que acompaña al medio audiovisual desde sus orígenes: el uso de la animación como vehículo de transmisión ideológica, especialmente dirigida a audiencias jóvenes e infantiles.

El uso de la animación con fines políticos se remonta a los primeros años del siglo XX, cuando el medio comenzó a consolidarse como una herramienta poderosa de opinión e influencia social. The Sinking of the Lusitania (1918), cortometraje dirigido por Winsor McCay, dramatiza el hundimiento del RMS Lusitania —un hecho que influyó decisivamente en la opinión pública estadounidense durante la Primera Guerra Mundial—. Esta obra creó una narrativa visual impactante que buscaba despertar sentimientos anti-alemanes. El trabajo de McCay estableció un precedente crucial: la animación no era solo entretenimiento, sino un canal eficaz para transmitir mensajes políticos complejos de manera emocionalmente potente y accesible.

Pero en simultáneo se formaba la vanguardia del cine soviético, que si bien tienen películas como El acorazado Potemkin (1925) y Octubre (1928) de Serguéi Eisenstein, en los cuales se vanagloriaba la revolución y se mostraba la exaltación del ideal comunista de la época, también se desarrolló una animación con fines ideológicos. Un ejemplo temprano es Revolución interplanetaria (1924), cortometraje que mostraba a fervientes bolcheviques exportando la revolución a Marte, utilizando la ciencia ficción como vehículo para promover la idea de la universalidad e inevitabilidad del comunismo.

En 1925, la productora estatal GOSPLAN lanzó China en llamas, el primer largometraje animado de la URSS. Esta obra criticaba la intervención extranjera en China y posicionaba a la Unión Soviética como salvadora benevolente de los pueblos oprimidos, consolidando la narrativa de solidaridad internacional que caracterizaría gran parte de la propaganda soviética tiempo posterior.

Con el estallido de la Guerra Fría, Estados Unidos y la URSS impulsaron proyectos audiovisuales que mostraban sus respectivos modelos de sociedad como el más deseable. En EE.UU., estudios como Disney y fundaciones financiadas por el gobierno produjeron cortos anticomunistas, mientras que el ejército generaba piezas educativas como Duck and Cover (1951), destinada a instruir a niños sobre cómo actuar ante un ataque nuclear.

Por su parte, el estudio estatal Soyuzmultfilm, de la URSS, adaptó fábulas y cuentos populares que exaltaban la colectividad y criticaban el capitalismo. Ambas potencias comprendieron que el audiovisual era más que propaganda: era una herramienta de formación cultural y política.

Con un breve repaso se ve que desde la segunda década del siglo XX hasta las propuestas más recientes, la animación ha demostrado su capacidad como una herramienta para poder moldear la identidad colectiva. Tuttle Twins se inscribe dentro de esa tradición: manejando una propuesta clara mediante narrativas accesibles y personajes simpáticos, introduce principios libertarios bajo el atractivo formato de aventuras infantiles educativas. La fuerza de una imagen radica en su persistencia en la memoria: un personaje entretenido es capaz de poder convertirse en un referente cognitivo el cual se asocia a determinados valores políticos o sociales. En este caso los dibujos animados operan como vehículos simbólicos dentro de un marco interpretativo que influyen en la construcción del marco interpretativo del niño espectador.

Los infantes, como principales receptores de este contenido, retienen en sus recuerdos las acciones y valores de los personajes, e incluso llegando a identificarse con algún personaje, por ende, cuando enfrentan situaciones similares, recurren a esas historias como referentes, muchas veces de forma automática. El atractivo visual, con colores llamativos y personajes cercanos, permite que el mensaje penetre sin que se perciba como enseñanza directa. Con el tiempo, esos recuerdos iniciales sirven como base para interpretar ideas más complejas, convirtiendo a los creadores de cualquier tipo de contenido en arquitectos invisibles de la formación del pensamiento infantil.

Comprender estos patrones históricos es fundamental para desarrollar una mirada crítica sobre el contenido audiovisual dirigido a menores. Pero esta conciencia no debe limitarse solamente a los infantes: también nosotros mismos debemos tomar cuidado y conciencia del tipo de material que consumimos para uno mismo.

Detrás de cada producción —sea una caricatura inocente o una serie de acción real— hay decisiones deliberadas, mensajes pensados por guionistas, productores e incluso financistas. La responsabilidad, sin embargo, no recae solo en los creadores. Padres y la sociedad en su conjunto deben fomentar herramientas de análisis que permitan identificar y evaluar estos mensajes.

Pese a varias críticas por las claras intenciones de transmitir un mensaje ideológico dirigido a los infantes, varios seguidores del gobierno salieron en defensa del contenido. Entre ellos se encuentra "El Gordo Dan", quien publicó: "Si el adoctrinamiento es de derecha, entonces no es adoctrinamiento". Este tipo de declaraciones evidencian un fanatismo que busca justificar ciertos discursos, mientras oculta o desacredita otras posturas e ideales que podrían ser contrastadas para formar un pensamiento crítico.

Por ello, es fundamental generar espacios de reflexión y debate tanto en el hogar como en las escuelas. Contrastar distintos tipos de contenido y puntos de vista constituye la mejor defensa frente a las bajadas de línea ideológica —subliminales o explícitas— que se infiltran en los productos de entretenimiento.